Redacción – Rafa Nadal y Roger Federer serían capaces de jugar bien al tenis bajo el mar. Son dos fueras de serie, sendas leyendas que manejan la raqueta y todo lo que gira alrededor del deporte que les apasiona y que tanto han sublimado. En un día de perros, frío, de viento huracanado y cielo cubierto amenazando tormenta, el español, 33 años, y el suizo, 37, exhibieron una mentalidad única y una calidad excepcional para ofrecer un recital de golpes y competitividad.

Ganó Nadal, cómo no, y en tres sets: 6-3, 6-4 y 6-2 en 2h.25’. En la tierra batida de Roland Garros es mucho rey para Federer en cualquier circunstancia. El tenis del manacorí, que asegura el nº 2 mundial, se adapta perfectamente a las necesidades del escenario y hace especial daño al estilo contrapuesto del helvético. Son 92 partidos ganados de 94 del balear en este evento.

Nada nuevo en París, donde son ya seis victorias del balear sobre el suizo en otras tantas citas. Pesó más este palmarés contundente en el torneo que la racha de cinco triunfos anteriores de Federer, todas sobre cancha dura. Nadal volvió a someter al de Basilea, cinco años después (desde las ‘semis’ de Australia 2014), y subió el balance a 24-15.

Nadal continúa invicto en semifinales de Roland Garros y pugnará por mantener la racha también el domingo (15.00 horas) en su duodécima final en este Grand Slam, su 25ª en Grand Slam. Jugará por una 12ª Copa de los Mosqueteros y su 18º ‘grande’, un 82º título, 59º en tierra. Será contra Novak Djokovic o Dominic Thiem, más consistentes que Federer en este terreno.

Federer regresó a la arcilla para constatar lo que ya se temía, que Nadal se mantiene intocable para él. Durante una hora de juego se enfrentaron prácticamente en la clandestinidad, dada la grada prácticamente vacía de la Philippe-Chatrier. Afortunadamente se llenó en las postrimerías del set inicial.

La mayoría de los 15.000 aficionados animó al hombre de los 20 Grand Slams y campeón de Roland Garros 2009. Se escucharon muchas veces los coros de ‘Roger, Roger, Roger’, premiando a un legendario que regresaba tres años después, así como ayudando al más débil, porque tampoco se regateó un solo aplauso a los méritos contraídos por el vigente campeón

Porque Nadal mandó, hasta en las ráfagas de máxima inspiración de un Federer que lógicamente arriesgó al límite con el saque y los puntos a uno o dos tiros. Pero Rafa siempre tenía respuesta, igual de genial a su manera y con una solidez extraordinaria pese al tornado que una y otra vez barría la tierra hacia los tenistas y la grada.

Un juego de diez minutos y 18 puntos significó la clave para que Nadal se pusiese 4-2 arriba en un primer set que se llevó 55 minutos. La tendencia se mantuvo a continuación. Se adelantó 2-0 Federer, pero enseguida recuperó y superó a su rival un inspirado español, que rompió (5-4) desde un 40-0 Federer, sumando a su favor los últimos nueve puntos del segundo parcial (6-4).

Hubo ‘warning’ más tarde a Federer. Abuso de pelota, pegó un raquetazo que envió la bola fuera del estadio. Era el ‘break’ en el tercer parcial (2-1) que anunciaba la sentencia. Se estaba desquiciando el helvético, de impotencia.

El sol acompañó el tramo postrero del encuentro, haciendo justicia a la brillantez de Nadal, a un clásico que sería deseable tuviera algún capítulo más. A los dos habría que clonarlos. Qué campeones. Y en París qué nuevo ejercicio de superación de Rafa, cómo se sobrepuso al inicio titubeante en la tierra. Bravo por el ‘partidazo’.