Suplente de inicio, aclamado cuando salió a calentar en el minuto 64, aún más cuando entró al campo en el 73, ni siquiera Kylian Mbappé alteró el empate al ralentí del París Saint-Germain, igualado contra sí mismo y contra el Reims (2-2), pero también un líder inalcanzable, por más que haya empatado en las tres últimas jornadas.
Son diez puntos por encima del Brest, a falta de nueve jornadas, para el actual campeón. Se siente tan inalcanzable, tan seguro en la cima, incluso de su condición de futuro ganador del torneo, que piensa que la simple inercia lo hará ganador de cada partido. A un ritmo tan condescendiente, que sólo acelera cuando se ve perdido, a nadie le extrañó otro empate.
Otro partido flojo del bloque de Luis Enrique, cuya ambición va mucho más allá de la actuación de sus jugadores. Lo quiere todo. En su dosificación de esfuerzos, hay partidos marcados. Uno es el que lo enfrentará el próximo miércoles contra el Niza en los cuartos de final de la Copa de Francia, como también lo es cada desafío en la Champions League. Entre uno y otro, este domingo, de nuevo descansó de inicio a Kylian Mbappé, su figura imponente.
No fue la única rotación. También empezaron como suplentes Gianluigi Donnarumma, Fabián Ruiz, Vitinha y Dembélé, titulares entre semana en los octavos de final de la Champions League en la exhibición de Kylian Mbappé, que observó en el banquillo inicialmente (después entró en el minuto 73) como su equipo será, previsiblemente, campeón de nuevo en la Ligue 1, tal y como es su renta en la cima que domina sin discusión.
Sin Kylian Mbappé, en su estadio, con Goncalo Ramos elegido para el once, con Kolo Muani como suplente por cuarto encuentro en las últimas cinco citas del equipo parisino (le costó 95 millones de euros este verano, procedente del Eintracht Frankfurt, el París Saint-Germain soportó de nuevo un inesperado gol en contra, a los siete minutos, en un error impropio de Hakimi.
Su exceso de confianza en un centro pasado, que no iba a ningún lado, promovió el 0-1 del Reims. El internacional marroquí la controló, se giró, se lió… Y perdió el balón en el lateral del área. Diakité lo adivinó, se adueñó de la pelota y la centró sin ninguna dificultad para el remate solitario, con la derecha, de Munetsi. Una sorpresa.
La concesión, inoportuna e imprevista, le vino bien entonces al bloque parisino. Muchas veces dentro de una relajación inapropiada (apareció después, cuando se puso de nuevo por delante en el marcador), dentro de la superioridad evidente que asume contra todos y cada uno de sus oponentes en la Ligue 1, en el filo de la derrota o del empate según transcurre cada choque, el 0-1 fue un toque de atención. Lo rebeló contra el gol en contra.
El París Saint-Germain devoró al Reims hasta que subsanó la anomalía. Cierto que su rival permitió demasiado. Se transformó en un manojo de nervios de pronto, fallo a fallo, en cuanto sintió la presión del campeón parisino. La reacción del PSG lo desbordó un rato: en poco más de diez minutos, en dos de margen, la remontada ya era un hecho. La victoria no tanto.
En el 17, un saque de esquina originó el desafortunado 1-1 en propia portería de Abdelhamid, acechado por Ramos. En el 19, el delantero portugués, entre las dudas de su primer curso en el Parque de los Príncipes (sólo ha sido titular en cinco de los últimos 13 choques, no dispuso de ningún minuto en la eliminatoria ante la Real Sociedad y ha marcado nueve goles en 28 partidos), aprovechó otro fallo para batir de puntera a Diouf.
Keylor Navas, titular para rotar a Donnarumma, no necesitaba ninguna parada para mantener el triunfo entonces en el París Saint Germain, entre otras cosas porque se cruzó indispensable Danilo Pereira, mano incluida, cuando Diakité se proponía encarar ya al portero costarricense. No hubo penalti. Ya había relajación del PSG, penalizado de nuevo.
En su intermitencia también está su penitencia. No se entiende en un partido tan a favor, tan dominado, un bajón del ritmo tan evidente, tan dañino para sí mismo. Cierto que Diouf repelió el 3-1 a Hakimi, tanto como que el Reims ya había avisado de su viveza ofensiva antes del pase raso desde su campo de Agbadou que lanzó a Diakité solo ante Navas. Lo batió con un tiro cruzado, fuera del foco de Beraldo, cuyo marcaje había sido una ruina.
Al borde del descanso, entre el gesto de incredulidad en el banquillo de Mbappé por el empate, el 2-2 era una carga para el PSG. Había concedido demasiado. Se había creído que todo estaba hecho tan pronto, como suele ocurrirle en excesivas ocasiones en esta campaña y más allá. No es nuevo. Se remonta a años anteriores. Luego suele lamentarlo.
No se quedó ahí. El inicio de la segunda parte fue más de lo mismo, asustado incluso con un cabezazo de Agbadou, al que le faltó tino. El PSG no creaba apenas ocasiones, perdido en su propia falta de velocidad, desborde, claridad, definición… La amenaza del Reims era cada vez más patente. Lo notaba su afición, que presionaba a su oponente más que su equipo.
Primero entraron Kolo Muani y Nuno Mendes, en el minuto 69. Ya calentaba desde cinco antes Kylian Mbappé, aclamado por el público cuando se puso el peto y tomó camino hacia la banda. Instantes después, fue reclamado por Luis Enrique para remover un partido anodino, decepcionante, con un 2-2 que aún ponía en evidencia sus problemas ofensivos.
No hay mejor solución que Kylian Mbappé, que entró por un insustancial Gonçalo Ramos. Era el minuto 73. Era necesario para el París Saint Germain. También entró Dembele. El efecto fue expresivo sobre el juego ofensivo parisino. El primer tiro de Kylian Mbappé se fue fuera, cerca de la escuadra, con la derecha. Era ya el 84. El segundo, a las manos del portero. Las únicas ocasiones del segundo tiempo. Insuficiente. Kylian Mbappé es hoy casi imprescindible para el París Saint Germain.