José Mourinho cumple veinte años como entrenador profesional. Fue el 23 de septiembre de 2000 cuando, dos días después de que el Benfica despidiera a Jupp Heynckes, debutó al mando de las Águilas, en un partido que su equipo perdió (2-1) frente al Boavista. Un inicio de carrera tan insólito y breve de principio que no aventuraba que al cabo de dos décadas estaría considerado entre los principales técnicos del siglo XXI.

The Special One, un personaje singular y único, un técnico labrado a sí mismo y cuya personalidad, como Guardiola (su alter ego), Klopp, Wenger, Ferguson, Van Gaal, Cruyff, Herrera o Clough, se hizo un nombre incluso por encima de los equipos a los que dirigió. Un tipo diferente, capaz de provocar tantos elogios como críticas, con un discurso en ocasiones descarnado y que, dicen quienes le conocen, es en la intimidad muy distinto a la imagen que proyecta ante los medios.

Capaz de enamorar a sus futbolistas, convencerles del objetivo de ganar por encima de todo y defensor a ultranza de que los resultados son el mayor de los argumentos en el futbol, mucho más allá que la belleza del juego, convierte sus vestuarios en un búnquer… Hasta que todo salta por los aires. Del enamoramiento al idilio y del idilio al divorcio, la relación de José Mourinho con los jugadores explica tanto sus éxitos como sus fracasos.

Dijo un día, allá por 2011, Pep Guardiola, en plena guerra Barça-Madrid, que el portugués era el rey de las salas de prensa y de todo lo que rodeaba al futbol fuera del terreno de juego. Fue un ataque despiadado, y calculado, del entrenador catalán que dejó patente la diferencia entre ambos…

Pero ni aquel episodio, ni los fracasos sufridos en Chelsea o Manchester United pueden ocultar que con 24 títulos a sus espaldas José Mourinho es un personaje indiscutiblemente grande en el futbol de este siglo.

 

LOS INICIOS

Tras una carrera breve y de segundo orden como futbolista, Mou inició su carrera como asistente en el Estrela Amadora y Vitoria de Setúbal antes de que Bobby Robson le reclutase en 1993 para trabajar a su lado en el Sporting de Portugal. Su impacto a ojos del experimentado entrenador inglés fue tal que le acompañaría después al Porto y más tarde, en la primavera de 1996, al Barcelona, con un mal llamado oficio de traductor y convirtiéndose en su mano derecha.

Discreto pero firme, se ganó el respeto de un vestuario repleto de estrellas como Guardiola (con quien mantuvo en esos tiempos una estrecha relación), Ronaldo, Figo, Popescu o los holandeses que llegaron después. Sus opiniones eran escuchadas y su persona tenida en cuenta. Tanto que fue en aquella época cuando, decidido a empezar su carrera en solitario, barruntó el sueño de, algún día, dirigir como primer entrenador al Barça, un club, una ciudad, que le había conquistado.

A la salida de Robson, Mourinho permaneció en el club azulgrana como ayudante de Van Gaal hasta que en el verano de 2000 anunció su marcha, decidido a comenzar su propia carrera como entrenador jefe. Y apenas comenzar la siguiente temporada, 2000-01, le llegó la primera oportunidad, nada menos que en el Benfica.

 

BENFICA… Y LEIRIA

Despedido Jupp Heynckes tras sumar el Benfica siete de los primeros 12 puntos en la Liga y ser derrotado por el Halmstad sueco (2-1) en la ida de la primera roda de la Copa de la UEFA, el entonces presidente Joao Vale e Azevedo apostó por el joven Mou, quien firmó un contrato ligado a las cercanas elecciones a la presidencia.

Su carrera en el Benfica se redujo a diez partidos, despidiéndose con un 3-0 sobre el Sporting en noviembre y coincidiendo con la victoria de Manuel Vilarinho en las elecciones, quien llegó al club con Toni Oliveira como entrenador. Antes de acabar la temporada se comprometió con el modesto Uniao Leiria, al que oficialmente comenzó a dirigir el siguiente curso… que fue el de su eclosión.

Tomó el banquillo… Hasta que en enero de 2002, al acabar la jornada 19 y con el equipo clasificado en cuarto puesto, el Porto llamó a su puerta y acordó con el modesto Leiria el fichaje de Mourinho, que cerraría la temporada perdiendo solo dos partidos más en la Liga, acabando tercero y siendo confirmado como entrenador por tres temporadas más.

 

EL DESPEGUE Y EL CHELSEA

En las siguientes dos temporadas sumó seis títulos, enlazó los dos de Liga portuguesa y a la Copa de la UEFA de 2003 añadió la Champions en 2004 que le señalaron como en el entrenador de moda en Europa.

El despegue de Mou fue soberbio a todos los niveles, convirtiendo al Porto en uno de los mejores equipos del continente y provocando que en la primavera de 2004 el propio técnico proclamase su deseo de abandonar el club para dirigir en el extranjero, siendo reclutado por Roman Abramovich para el Chelsea, con el reto de convertir el millonario proyecto del empresario ruso en ganador.

Con un salario de 8 millones de dólares (entre los más altos del continente) y una ambiciosa operación refuerzos, con los fichajes de Drogba, Kezman, Ricardo Carvalho o Robben en el plano, el Chelsea, cuyo único título de Liga se remontaba a medio siglo atrás, conquistó la Premier con una superioridad sorprendente, perdiendo solo un partido (en la novena jornada frente al Manchester City que dirigía Kevin Keegan) y convirtiéndose en la sensación del futbol inglés.

 

THE SPECIAL ONE

Mourinho se presentó en Londres llamándose a sí mismo ‘El Especial’ y ese apelativo le persiguió, y le persigue, desde el primer día. No fueron pocas las polémicas en las que se vio envuelto, de entrada con su antecesor Claudio Ranieri y después con colegas de banquillo de toda condición, desde Arsene Wenger, del que llegó a insinuar maliciosamente que le «gustan los niños» a Alex Ferguson, pasando por Sam Allardyce, Rafa Benítez o Steve McClaren.

Con todo, el Chelsea enlazó dos títulos de Liga y se hizo ver en Europa, con dos épicas eliminatorias de Champions frente al Barcelona (una ganada y otra perdida) o dos con el Liverpool perdidas en semifinales, una de ellas muy polémica y perdida con un ‘no gol’ de Luis García que le apartó de la final.

Al comienzo de la temporada 2007-08, con una relación muy desgastada con buena parte de su plantilla, a la que metió mano desde el primer día con episodios muy polémicos como fueron el despido de Mutu o el ostracismo que condenó a no pocos futbolistas, acordó su rescisión con Abramovich el 20 de septiembre de 2007.

Tras varios meses de especulaciones, con un fichaje frustrado por el Barcelona que eligió finalmente a Pep Guardiola y evitó así su soñado regreso al Camp Nou por la puerta grande, Mourinho fichó en el verano de 2008 por el Inter de Milán, al que dirigió durante dos temporadas enlazando dos títulos de la Serie A y conduciéndole en 2010 al primer triplete de su historia, con una legendaria final de Champions en la que derrotó al Bayern Munich de su amigo Louis van Gaal.

 

EL ENEMIGO

Y de allí… A Madrid. No pudiendo fichar dos años antes por el Barça, sus éxitos, su carácter y su fuerte personalidad futbolística le abrieron la puerta del Real Madrid, donde Florentino Pérez le convirtió en el abanderado para acabar con el dominio del equipo de Pep Guardiola.

Las siguientes tres temporadas son historia en España. La rivalidad entre los dos grandes alcanzó unas cotas nunca vistas a todos los niveles y provocando enfrentamientos personales entre los propios jugadores, compañeros de selección algunos de ellos, que no comenzaron a normalizar su situación hasta que el seleccionador en primera persona, con la colaboración de Xavi y Casillas, impuso la cordura.

Mourinho, entrenador de la Liga de los 100 puntos con que acabó el reinado nacional del Barça de Guardiola, protagonizó igualmente agrias disputas mediáticas con el técnico azulgrana y tres años después de haber tenido un pie en el Camp Nou, se cerró, ya sin remisión y para siempre, las puertas del club.

Convertido en un personaje no grato en el Barcelona, su final en el Real tampoco fue lo agradable que habría querido. Marchó tras perder una final de Copa ante el Atlético, alejado de sus jugadores, algunos muy cercanos como Pepe o Cristiano Ronaldo y otros con los que ya había tenido duros enfrentamientos como en el caso de Casillas o Sergio Ramos. El tercer año, que se decía, definitivo en la pérdida de control del portugués de sus vestuarios…

 

EL RETORNO

«Vuelvo a mi casa, al club de mi corazón» proclamó el 10 de junio de 2013, tres semanas después de abandonar el Bernabéu y ser presentado como entrenador del Chelsea al que ya había dirigido la década anterior.

Cerró el primer curso tercero en la clasificación, por detrás de City y Liverpool, y en su segundo año conquistó una Liga que se le había resistido desde 2010 a los blues, acompañándole de la Copa de la Liga, pero cayendo ante el PSG en los octavos de final de la Champions, su gran asignatura pendiente en Stamford Bridge.

Como en años anteriores, el tercer curso significó el final del idilio y el comienzo de un divorcio al que los resultados condujeron hasta el despido, en diciembre de 2015 y tras ser derrotado por el Leicester de Ranieri, sorprendente líder y a la postre campeón. Enfrentado con Hazard, Azpilicueta o Diego Costa, la presión se lo llevó por delante hasta que arrojó la toalla. Una nueva decepción, que no la última.

En mayo de 2016 fue anunciado como entrenador del Manchester United, sustituyendo a Louis van Gaal y como, otra vez, gran rival de Pep Guardiola, elegido por el Manchester City. Firmó por tres años pero fue despedido el 18 de diciembre de 2018 debido a los malos resultados de los diablos rojos en la Premier, que pesaron más que los tres títulos (Europa League, Supercopa y Copa de la Liga) logrados en la temporada 2016-17.

 

ÚLTIMA ETAPA

Una derrota ante el Liverpool de Klopp significó su caída y dio a pensar en un incierto futuro en los banquillos, después de 18 años al primer nivel y la sensación que se repetía entre los medios de comunicación de que su libreto estaba agotado.

Pero en noviembre de 2019 su nombre regresó al escenario tras la dimisión de Mauricio Pochettino en el Tottenham. Mourinho firmó con los Spurs un contrato de tres temporadas y media con el reto de repetir en White Hart Lane los éxitos conquistados años antes con el Chelsea, por más que, hasta el momento, se está demostrando difícil de conseguir el objetivo.

Mou, cercano a los 58 años, mantiene el mismo carácter del primer día por más que su popularidad no sea la misma que hace una década. Trabajador incansable y firme en sus postulados, no se entiende el futbol del siglo XXI sin su personalidad.

Por más que haya quien lo considere como un entrenador con más pasado que presente. Y sin apenas futuro. Habrá que verlo…