El Barcelona se despidió de la Champions en silencio, impotente, derrumbado y derrotado, otra vez, por un Bayern que convirtió el trámite en un festival. Comenzó el partido el Barça ya eliminado por la goleada del Inter al Viktoria y lo acabó arrodillado ante la superioridad manifiesta de un rival que le volvió a vencer, otra vez por 0-3, para convertir cada duelo entre ambos en un auténtico suplicio.
La confirmación de la eliminación no enfrió el ánimo de los seguidores azulgranas, que llenaron las gradas del Camp Nou dispuestos a empujar a un equipo que se adivinaba necesitado de cariño pero que se demostró falto de fútbol con el que enfrentarse a un grande de Europa. El Bayern, que dejó en Alemania a Neuer, Lucas Hernández y Sané, se dio incluso el lujo de reservar de entrada a Müller, que quedó en el banquillo junto a Coman o Pavard sin importarle demasiado a Julian Nagelsmann lo que pudiera tratar Xavi Hernández.
Desde luego, no importó. Pero nada de nada. Salió con intenciones el Barça y con solvencia el Bayern y en apenas cinco minutos se demostró que lo que no podían los unos lo hacían con una calma insultante los otros. Tocaba con nervios el equipo azulgrana y con tranquilidad el alemán, que cada vez que pasaba del centro del campo a la carrera provocaba unos sustos que a los diez minutos, tras una lanzamiento soberbio en diagonal de Gnabry, desembocó en el 0-1 de Mané, que desnudó totalmente la falta de atención de Bellerín.
El primer gol no confirmaba nada a nivel de clasificación pero era, fue, un golpe terrible en la línea de flotación moral de un Barça que comenzó a deambular como un fantasma por el campo, buscando qué hacer, impotente y desorganizado a partes iguales.
Cada vez que se aventuraba por la banda Davies, apoyando a Mané, se diluía Dembélé y temblaba Bellerín, que a partir del primer gol fue un manojo de nervios. No lo pasaba mucho mejor Balde en la banda izquierda ante Gnabry y no alcanzaba a tapar todos los boquetes De Jong en el centro del campo, donde Busquets quedó físicamente a merced de lo que quiso un Kimmich soberbio.
No podía esperarse más que otro golpe, que llegó al traspasarse la media hora de partido, en otra asistencia de Gnabry, esta vez desde la frontal y hacia la derecha, por donde apareció Choupo-Moting para fusilar a Ter Stegen ante la lenta capacidad de reacción de Balde y la desaparición, absoluta, de Marcos Alonso.
Se llegó así al descanso de casualidad. Tuvo hasta tres ocasiones el Bayern para aumentar la renta y una, sin ni disparar a puerta, el Barça, en un penalti de De Light a Lewandowski que desmintió el VAR. Para provocar la histeria de una afición que la tomó con la UEFA (llamándola mafiosa a voz en grito) mientras los jugadores se iban a los vestuarios.
HASTA EL FINAL
La segunda mitad ya casi estuvo de más. Ni tenía ánimos el Barça ni tuvo intención de hacer sangre el Bayern, que aflojó el ritmo para no convertir su victoria en un aplastamiento, otra vez, histórico.
Pudo llegar un tercer gol, que se le anuló a Gnabry por un ajustadísimo fuera de juego mientras el equipo azulgrana seguía siendo una triste figura en el césped, con Dembélé empeñado una y otra vez en hacer la guerra por su cuenta, Pedri perdido entre el extremo y el interior, Lewandowski luchando contra todo sin nada de fortuna y manteniendo apenas el tipo Frenkie de Jong.
Si el Barça fue capaz de plantarle cara al Bayern en Múnich, el Bayern le volvió a tumbar sin miramientos en el Camp Nou. Ya son 19 goles los encajados por el Barça a manos del Bayern en los últimos cinco partidos disputados entre ambos y por lo visto en el estadio azulgrana la distancia entre ambos equipos sigue siendo sideral.
Lo demostró el gol definitivo, en el último suspiro, de Pavard, convirtiendo la derrota en humillación, en otra goleada…
Adiós a la Champions, por segunda temporada consecutiva en la fase de grupos. Esta es, al final, la triste certeza de un Barça que crece a golpes de genio a la vez que se da golpes de realidad en Europa, que le sigue viniendo grande.