Redacción – Los Reyes Magos dejaron carbón en el zapato de Florentino Pérez. El Santiago Bernabéu acabó pidiendo a gritos su dimisión como presidente del Real Madrid después de la derrota por 0-2 ante la Real Sociedad.
El Madrid se ha vuelto a despedir de la Liga en pleno enero. A menos que Getafe obre un milagro, acabará la jornada a diez puntos del Barcelona.
Al Madrid no le quedan argumentos ni fe en sí mismo. Empieza encomendándose a que un delantero de 18 años, en su primer titularidad en Liga, se saque una genialidad de la manga. Acaba por aferrarse desesperado a que un árbitro localista de por bueno algún penal inventado o se limite a llamar la atención a un jugador amonestado en su segunda falta artera en lugar de mostrarle la roja.
Ninguna de las dos ha funcionado. El colegiado Munuera Montero fue el primero de sacarlos de su error a pesar de las airadas quejas de un público demasiado mal acostumbrado al trato benevolente. Dos veces negó, acertadamente, el tiro desde los once pasos al Real Madrid. El primero tras una caída exagerada de Sergio Ramos que el capitán intentó hacer pasar por derribo en un cobro. El segundo, bien entrada la parte complementaria, cuando Vinicius Jr cayó en el área después de que Gerónimo Rulli le ganara el balón en un mano a mano.
Para entonces el Real Madrid ya jugaba con diez después de que Lucas Vázquez viera la segunda amarilla y abandonara la cancha literalmente desgarrándose la camiseta con media hora por delante.
La grada, cada vez con más huecos, protestó airadamente cada decisión; lo cual, por otro lado, evitó un mal trago a Marcelo, pues de no haber encontrado en Munuera un enemigo en común se habrían cebado con el brasileño, que ya desde que fue anunciado como titular había sido el blanco de las rechiflas.
La Real Sociedad hizo lo suyo. Aprovechar la más clara que tuvo y proteger su mínima ventaja a como diera lugar y con ello comprar algo de tranquilidad poniendo una (de momento) sana distancia de seis puntos con respecto al sótano.
Casemiro se lo puso en bandeja. En su primera llegada, sin haberse cumplido dos minutos de juego, el mediocampista brasileño derribó descaradamente a Merino en el área. Munuera no lo dudó. El penal era tan claro que ni el sector más blanco de la grada tenía bases para protestar. Willian José, que pasó fugazmente por el Castilla, fue el encargado de cobrar y poner así el 0-1.
Ninguno de los 22 esperaban en ese momento que fuera definitivo. Mucho menos que la Real acabara duplicando su ventaja. Pero el golpe resultó mucho más dañino de lo que se esperaba en el ánimo merengue. La ansiedad los acabó de matar. Benzema se vio poco; Vinicius, aunque con las ganas que le faltó al resto del ataque, pecó de inexperto. Lucas, de errático. Tampoco ayudó que Rulli se luciera en las muy escasas ocasiones certeras que tuvo el equipo de Solari.
El Real Madrid no pudo sacar tajo siquiera de una de esas ocasiones en que todo depende de un golpe de suerte; una carambola en el área, o un disparo más intuitivo que razonado desde fuera del área.
A medida que se acercaba el final, un tenso silencio se apoderó del Bernabéu. Como si presintiera que en ese momento lo que estaba por pasar. Que en la enésima pérdida absurda, la Real Sociedad aprovechara para montar un contrataque – sencillito, pues Courtois estaba tan mal protegido como de costumbre – para que Rubén Pardo pusiera el 0-2 definitivo.
La afición, o lo que quedaba de los poco más de 53 mil asistentes, no aguantó más. Explotó en un grito: «¡Florentino, dimisión!»