Redacción – Si un estadio ha sido la casa de Lionel Messi por más de 15 años, no hay discusión y mucho menos polémica, se trata de un templo.

El fútbol es el sitio en donde el argentino ejerce de Dios, más allá de que al Papa Francisco esta aseveración sobre su paisano le parezca un sacrilegio.

Decir que “Messi lo volvió a hacer” es caer en el lugar común, pero lo cierto es que ya no existen los adjetivos que puedan reflejar con cierta fidelidad lo que el argentino lleva a cabo en la cancha.

Curiosamente el día que se cumplían 14 años de su estreno goleador con el Barça, Leo llegó a 600 conquistas con el club de su vida, en un partido extraño en el que el Liverpool mereció mucho más, pero el genio decidió otra cosa.

La carrera de Messi ha sido un viaje fantástico lleno de generosidad y belleza, pues más allá de los títulos que ha ganado y los que se le cuestiona que le faltan, su juego contiene altas dosis de felicidad.

Esta semana, un programa de televisión en Argentina llamado ‘ShowMatch’, tuvo la iniciativa de mostrarle un video a Thiago, el hijo mayor de Messi (6 años), en el cual niños de su misma edad le decían lo que el futbolista significa para ellos…

Esto a propósito de que el propio Leo en una entrevista contó que su hijo le preguntaba por qué en Argentina lo criticaban tanto.

“Quédate tranquilo que tu papá es un genio y acá en Argentina lo amamos todos”… “Él tiene que estar orgulloso del papá que tiene porque él lleva el futbol en el corazón, y hace que llegue a todos los argentinos… Cuando sea grande quiero ser como él”, fueron algunos de los mensajes dirigidos a Thiago.

Ni la emoción ni la alegría se cuantifican, por ello el romance con Messi es perfecto, pues existe una correspondencia total y muy de vez en cuando hay alguna desilusión… Cosas de la vida.

Ante el Liverpool, el héroe blaugrana brindó un partido brillante, aunque en honor a la verdad se le han visto mejores… Por increíble que parezca y más allá del doblete y de que le puso tremendos pases de gol a Vidal, Suárez y Dembélé, que no supieron aprovechar.

Desde que eligió cancha en la ceremonia de los capitanes con el árbitro, su gesto era aquel del que suele hablar Jorge Valdano…

“El crack está impasible, su cara es un enigma que sigue sin desvelar nada. Ni emoción ni nerviosismo ni miedo… Puede estar imaginando una jugada que solo se encuentra a su alcance o tal vez lamentando que lo hayan despertado de la siesta… Pero a mí no me engaña: planea algo”…

Y Messi planeaba ser Messi. Anotó, asistió, se barrió, protestó, se extravió algunos minutos en el complemento, presionó al árbitro, se enfrascó en discusiones con algún rival, recriminó a Vidal, pidió al público no silbar a Coutinho y nunca se cansó de pensar, con y sin el balón en los pies…

Llegó puntual para apagar el agobio ‘red’, y tras rebotar en el travesaño, la pelota descansó en su pecho para simplemente ser dirigida al sitio favorito de Leo, la red.

El segundo tanto del argentino es una utopía, una locura, un gesto de precisión y talento inverosímil. Un tiro libre de 29 metros ejecutado con tal perfección, que el vuelo de Alisson Becker y su 1.91 solo sirvió para adornar una postal que desde ahora es inmortal.

Son los tiempos de Messi y el futbol es el templo en el que ejerce de Dios.